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El camino a la escuela es una experiencia de aprendizaje

Palencia se propone hacer más seguras las rutas escolares para que los niños puedan ir al cole solos

El camino a la escuela es uno de los espacios comunes que familias y estudiantes comparten en su día a día. Poder ir y volver de la escuela a solas siendo menor en una ciudad implica dejar de lado muchos miedos, desarrollar habilidades como la atención y el sentido común y, sobre todo, contar con caminos seguros para ello.

Según los datos disponibles a nivel nacional, tan solo un 17 % de niños y niñas menores acuden solos a la escuela en España; el resto se desplazan en transporte público o privado con sus familiares, o les acompaña un hermano u otro adulto, independientemente de la distancia a la que esté el centro.

En Palencia un grupo de investigación del departamento de Pedagogía de la Universidad de Valladolid ha puesto en marcha el  Laboratorio urbano para la movilidad escolar sostenible, un proyecto cuyo objetivo es identificar los hábitos de movilidad escolar de las familias palentinas y proponer soluciones encaminadas a la promoción de una cultura de la sostenibilidad, así como poner en marcha acciones para mejorar la movilidad sostenible en los entornos escolares.

En Inèdit hablamos con una de las investigadoras que firman el estudio, María Tejedor, quien nos comparte los principales hallazgos de la investigación y posibles soluciones que están implementando.

Pregunta: ¿Qué ha motivado la creación del «Laboratorio urbano para la movilidad escolar sostenible»?

Respuesta: La idea viene de la necesidad de vincular la pedagogía escolar con la social, que siempre se han considerado como dos mundos aparte dentro de lo educativo, lo vemos en la famosa clasificación de Philip Hall Coombs, que categorizó los sistemas de enseñanza en educación formal, no formal e informal. La necesaria evolución de esta clasificación nos hizo enfocarnos en encontrar formas de vincular estos dos mundos, desde lo comunitario y lo familiar. Por otro lado, lo social es algo muy activo y dinámico donde es más sencillo innovar, mientras que la escuela a veces se presenta como un lugar inaccesible. Desde la pedagogía escolar siempre abordamos la escuela desde las fronteras, los resquicios, desde los patios, los entornos escolares… todos ellos lugares comunes donde la innovación es más sencilla, de allí nuestra preferencia por este enfoque.

También hemos puesto el foco en la movilidad escolar porque es ya casi una tradición pedagógica desde que Francesco Tonucci inició este camino con su libro La ciudad de los niños. Hay mucha investigación sobre esto, pero no hay más que ver cómo se colapsan los colegios en las horas de entrada y salida para dilucidar algunas consecuencias de tener caminos poco accesibles para niños. Esto fue lo que nos animó a lanzar este proyecto.

P.: De todos los resultados que habéis obtenido, ¿cuáles destacarías? ¿Qué sugieren estos hallazgos?

R.: Aún estamos desgranando los datos, interpretando y contrastando con grupos de discusión, pero algunos resultados reveladores señalan que entre el 31 y el 47 % de las familias palentinas se desplazan en vehículo propio, y tardan unos 10 minutos, cuando caminando tardarían entre 12 y 20 minutos en recorrer la misma distancia, por lo que muchas veces no es una cuestión de tiempo, sino de prisas y de hábito. Este dato es el que tenemos que modificar porque al fin y al cabo es una cuestión educativa y cultural.

Tan solo el 7 % de los niños y niñas palentinos caminan solos

Otro dato llamativo es que tan solo el 7 % de los niños y niñas palentinos caminan solos, por lo que la mayoría van acompañados de familiares, en cambio, dentro del mismo colectivo el 65 % se queda solo en casa a ratos, y siempre con un dispositivo electrónico. De aquí deducimos que las familias tienen la sensación de que si los niños están en casa conectados están seguros y a salvo, mientras que si van solos por la calle eso es peligroso. Esto nos ha permitido predecir algunas de las motivaciones detrás de esta protección: por un lado el miedo al tráfico, y por otro a los raptos, secuestros y actos violentos que forman el imaginario con el que han crecido las familias, mientras que no hay ningún miedo a los peligros de internet y a que un niño maneje un dispositivo estando solo en casa.

«Las familias tienen la sensación de que si los niños están en casa conectados están seguros y a salvo, mientras que si van solos por la calle eso es peligroso»

P.: ¿A partir de qué edades consideráis que un niño o niña puede ir solo al colegio?

R.: Eso es un poco relativo porque hay que valorar la distancia, los peligros del camino, las horas del día, y sobre todo si hay una red de apoyo. También depende un poco de la propia criatura y especialmente de la cultura, pues en Japón, por ejemplo, los niños empiezan a coger el metro solos desde los 3 años. Aquí en España también depende un poco del tamaño de la ciudad, pero en general el centro escolar no suele quedar tan lejos o hay transporte público, por lo que se calcula que a partir de los 7 años se puede empezar con estos hábitos de autonomía.

P.: ¿Qué papel pueden asumir los comercios en este proyecto comunitario de hacer más seguras las rutas escolares?

R.: Justo esta semana estamos empezando a crear una red de comercios amigos de los caminos escolares, aunque serían amigos de la infancia en general. Los que se adhieran a esta propuesta contarán con un logotipo identificable por los niños y niñas. Estos lugares pueden ser puntos de encuentro, lugares de reunión, sitios que acojan a los niños que esperan a sus padres, donde realizar llamadas si no se lleva un móvil encima, portales para cobijarse si llueve… en definitiva, lugares donde se atiende bien a la infancia. De alguna manera ya hay comercios que realizan esta labor, que ayudan a los niños en su camino hacia la escuela, por lo que en realidad se trata de oficializar esta tarea que el comercio de proximidad ya hace.

Los comercios de proximidad pueden ser lugares amigos de la infancia en las rutas escolares

P.: ¿Cuál es la ventaja de que los niños vayan al cole solos?

R.: Tiene mucho que ver con los procesos de autonomía y de maduración; cuando una persona camina sola y sabe ir por una ciudad eso ya es un aprendizaje, y por otro lado tiene que ver con la socialización, quedar con amigos y aprender a buscarse la vida. También hemos observado que cuando los niños van solos al colegio están pendientes de los semáforos, los pasos de cebra y de los peligros, mientras que cuando van con las familias no están pendientes de ello, por lo que aprenden a valorar los riesgos y a cómo moverse por la ciudad. Además, estamos viendo las consecuencias de una alta sobreprotección en la infancia que nos señala también el informe PISA; no saben ir a comprar, no saben coger un autobús o un tren, ¿por qué? Pues porque van acompañados de sus padres hasta que ya les da vergüenza, pero muchas veces si por las familias fuese irían acompañados hasta los 20 años. Esto lo que provoca es que se limiten sus procesos de independencia naturales.

«Estamos viendo las consecuencias de una alta sobreprotección en la infancia; no saben ir a comprar, no saben coger un autobús o un tren…»

P.: ¿Qué peligros pueden estar presentes en la ruta hacia los colegios, y cómo se puede proteger a los niños de esos peligros?

R.: Hemos identificado peligros físicos reales y los estamos introduciendo en un mapa. Hemos creado una aplicación con las rutas más transitadas, los puntos de encuentro, los comercios de proximidad y también los peligros. Estamos haciendo un informe para pasárselo al ayuntamiento, con aspectos a mejorar para hacer más segura la ciudad tales como aceras estrechas, pasos de cebra sin visibilidad, cruces peligrosos… y luego está el miedo a la propia seguridad ante raptos, secuestros, pérdidas, abusos sexuales… lo que implica trabajar con las familias porque creemos que es esto lo que realmente supone una limitación a la autonomía de las criaturas más que el tema del tráfico.

El riesgo contra la integridad física de los niños es el miedo que impide a las familias dejarles que vayan solos

P.: ¿Qué acciones estáis implementando en la ciudad o tenéis pensado implementar en el futuro para hacer que las rutas sean más accesibles para la infancia?

R.: El proyecto es de investigación y acción participativa y llevamos casi un año. Hemos hecho escuelas de familias, formación del profesorado y en las aulas con los niños y niñas, hemos señalizado algunas rutas, hemos realizado más de 800 cuestionarios gracias a los cuales hemos identificado las rutas más transitadas. También tenemos pensado trabajar con la policía local para que facilite la movilidad sostenible ampliando el tiempo para el peatón en los pasos de cebra, declarar zonas protegidas del tráfico a determinadas horas, entre otras medidas.

P.: ¿Cuántos colegios estarían implicados en esta transformación?

R.: Aquí en la capital hay 24 colegios y hay varias fases. Por el momento hemos lanzado algunos retos a los centros escolares. Cada año participamos en la iniciativa Streets for kids, que consiste en liberar de tráfico durante todo un día las calles, y de esa forma las clases pueden hacerse fuera.

P.: ¿Este tipo de ciudad que proponéis puede ser replicable en otras ciudades?

R.: Nosotros no hemos hecho nada que no se esté haciendo en otras ciudades españolas y europeas. Es totalmente aplicable en cualquier municipio, pero tiene que ser una experiencia contextualizada. Aquí lo primero que hemos hecho es palpar la realidad por medio de cuestionarios y grupos focales. A partir de allí diseñas el proyecto a medida de las necesidades de la zona; del volumen de tráfico, de los miedos de las familias, las edades de los niños, y según la realidad de cada colegio. Necesitas tener una buena foto de la realidad, y a partir de allí trabajar para transformar.

«Necesitas tener una buena foto de la realidad, y a partir de allí trabajar para transformar»

P.: ¿Hay otras ciudades amigas de la infancia en Europa que se puedan tomar como referencia?

R.: Sí, en Europa y en la propia España; Pontevedra es un buen ejemplo de ciudad sostenible adaptada para niños. Y en los países nórdicos en general hay mucha tradición de diseñar caminos escolares, y de implementar programas en ciudades para la sostenibilidad.

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